Portada » Hervás, la villa que maravilla
Hervás es un municipio que cautiva, no deja indiferente y sorprende en todos los sentidos. Quienes a él llegan suelen traer consigo las referencias evocadoras de su pasado judío, y una difusa ubicación, geográfica e histórica, por su situación entre las fronteras del reino de León y Extremadura. Referencias que acompañarán al viajero por un paisaje humanizado, cincelado al ritmo de un latido visionario, moderno y cosmopolita.
El pueblo y sus habitantes, asumen hoy con naturalidad y orgullo su pasado judío, convertido por la tradición en rasgo de carácter, pero no siempre fue así. Hicieron falta valedores, tiempo y cultura para despejar de una vez las dudas del estigma, que hasta no tanto recorrían el aire como afrenta: “En Hervás judíos los más”
El Barrio Judío, hito de humilde supervivencia estoica cuya preservación hay que agradecer a sus sucesivos moradores, se considera su enseña más notoria, pero ha sido la naturaleza, el paisaje y su aprovechamiento sostenible, quienes forjaron la verdadera seña de identidad de los hervasenses. Ambos espacios obtuvieron reconocimiento y oficialización a su valor mediante la Declaración de Conjunto Histórico Artístico en 1969 y Paisaje Protegido de Extremadura al Monte Público “Castañar Gallego”, en 2015
Si Hervás. encontró en su reconocimiento patrimonial, un refrendo a su resiliencia aportando valor a la interculturalidad, engrandeció también su patrimonio por la inclusión en dicha declaración de las dos iglesias, Santa María de Aguas Vivas y el Convento de los PP Trinitarios descalzos de San Juan Bautista de La Concepción, La Casa de Los Dávila con su valiosa colección de arte, escultórico y pictórico de Enrique Pérez Comendador y Madeleine Leroux, la antigua Enfermería de los PP Franciscanos de Abadía, los Fustes de las columnas de la Ermita fundacional, y el puente medieval de la Fuente Chiquita. Un brillante reconocimiento que, si bien alumbró algunas sombras, ha opacado otros méritos reseñables que un viajero curioso podrá descubrir para su propio disfrute y crecimiento personal.
Y si la naturaleza proveedora de vida acogió y sostuvo las primeras comunidades aquí asentadas, sus aguas, el río Ambroz alimentaron los molinos para la industria textil, las minicentrales eléctricas, y el Monte Castañar Gallego el material del que se tejieron sueños de cestería y ebanistería, además de constituir posteriormente el marco de aprovechamiento y disfrute para el desarrollo de las actividades deportivas y turísticas.
La historia de Hervás y de sus habitantes se explica y entiende mejor en su contexto geográfico y la singular combinación del entorno, su climatología y su paisaje. A primera vista, el marco incomparable que lo acoge, se presenta ante nosotros como un frontispicio serrano de elevadas cumbres nevadas y onduladas laderas pobladas de robles y castaños. Un lienzo vegetal que cambia con las estaciones y desciende, entre fulgurantes verdes en primavera, que el verano matiza y transforma en vistosos ocre y marrón de otoño. Un descenso que acompaña el recorrido del río Ambroz que nombra el Valle, hasta besar, curso abajo, la dehesa más típicamente extremeña.
Si lanzáramos un avión de papel, desde los más de 2000 m de altitud del pico Pinajarro, con viento favorable, descendería ondulante hasta los llanos adehesados, a menos de 550 m, sobrevolando desde lo alto, paisaje alpino, bosque atlántico, mediterráneo, frutales y cultivos. Esta amplia diferencia altitudinal, rica y variada, ha sido históricamente, tanto atalaya, como testigo directo del paso estacional de animales y ganado. También movimientos humanos que trajeron consigo cultura y civilización impregnando nuestro hábitat y dejando rastro indeleble en la fisionomía de nuestro territorio.